En 2020, acompañé a la monja Zen en su muerte. No me dijo nada. Al día siguiente me enteré que me había dejado sus ropajes.
Estuvimos casi 20 años juntas. Yo fui su mano derecha. Ella, una maestra intensa. De las que no acarician. Fue un gesto potente, inesperado para mí. Imagino que lo decidió así para no condicionarme. Para que pudiera caminar mi propio camino, no el suyo. Porque aunque se cruzaron, partíamos de lugares muy distintos.
No fue bonito. Fue profundo. A ratos duro. A veces me sentí honrada, otras, triturada. Y me marcó. Y también me quedó claro algo esencial: yo no iba a seguir ningún camino heredado. Estaba aquí para crear el mío.
La búsqueda empezó mucho antes…
La buscadora que soy no nació ahí. Empezó a los 15 años, cuando ya escarbaba en la vida, en el cuerpo, en lo invisible.
No hice Bellas Artes, restauración, anatomía, movimiento expresivo, meditación Zen, fisioterapia o el SAT por currículum. Lo hice para sostenerme. Para tener un lugar en el mundo que no fuera prestado.
Todo eso, si quieres, está en LinkedIn. Pero lo importante es esto: en ese viaje, el cuerpo fue brújula, ancla y refugio. Me ayudó a sentir que existía. A habitarme. A seguir buscando.
Lo que hago hoy
Soy Brisa. Llevo media vida bajando al cuerpo para dejar de huir de mí… y también, para sentir menos malestar.
Sé lo que es no saber cómo parar, sentirte atrapada y vivir en modo piloto automático. Y he descubierto que el cuerpo es puerta de entrada sagrada. Es el lugar donde todo puede empezar a cambiar.
Por eso, hoy no doy masajes. Acompaño. Escucho. Creo espacios.
Mis sesiones no siguen un protocolo. Ni son “de manual”. Son lugares donde puedes bajar la guardia sin miedo. Donde eres acogido sin juicio, sin filtros, sin expectativas.
Ofrezco lo que necesité.
Todo pasa por el cuerpo. Y desde ahí, se abren otras puertas: emocionales, energéticas, espirituales. Sin tener que hacer nada más… que acompañar.
Cada vez tengo menos respuestas…
He acompañado a muchas personas distintas, pero nunca en serie. Siempre desde lo que traen y lo que son.
No pretendo arreglar y cada vez tengo menos respuestas. Vengo a sentarme contigo en el centro de ese ruido. Y a recordarte que puedes habitar tu vida desde otro lugar.
También me río
Aunque todo esto parezca muy profundo, que lo es, también tengo una parte muy disfrutona. Me encanta reírme cuando la cosa tiene mucha gracia. Disfruto el buen comer, ir descalza, meterme en ríos de agua fría y amo los gatos.
Me gusta la moda y la decoración.
Me importa el detalle, la armonía, lo que hace que un espacio respire bien.
Por eso, a veces, muevo muebles, aunque sea con la mente.
Porque al final, encarnar lo sutil también es saber disfrutar lo simple.
Si has llegado hasta aquí, quizás también te guste parar un momento y escucharte. Tengo algo para eso.